Love will be born... someday // Lucifer Verdandi

por **Alessandro Bellomo** Mar Sep 27, 2011 10:18 pm

El carruaje iba en camino a NeoVerona desde NeoTrento; yo me encontraba sentado disfrutando del paisaje mientras se ponía el sol, cuando -antes de que pudiera darme cuenta- mi cuerpo se hallaba estampado contra el asiento que una vez había estado enfrente de mi durante el apasible y largo viaje. Irguiéndome, lleve una mano a mi cabeza sintiendo un intenso dolor y a penas me toqué la cabeza sentí aquella sustancia bizcosa resbalar por mis dedos. Esto era justo lo que yo necesitaba, me dije con un deje irónico mientras desendía del carruaje para saber que había sucedido y Emiliano -el chofer- me comunicó que uno de los caballos se había desmayado pero que por suerte el otro se detuvo a tiempo. Antes de que se disculpara le hice un gesto para que olvidara aquello y le di orden de cuidar a los caballos mientras descanzaban, ya partiríamos en cuanto se repusieran.
Una vez dejé al joven Emiliano con los caballos salí a dar una vuelta mientras el sol terminaba de ocultarse, me preguntaba que clase de personas habrían en NeoVerona -por lo que había escuchado-, ellos tenían un duque bastante injusto, sólo esperaba ser bien recibido. Esperaba que pronto se despidieran de aquel yugo, Trento por el contrario, era bastante armonioso ya que desde mi captura padre había cambiado mucho, quizás demasiado. A medida que caminaba la luz se extinguía, noté el sonido de una cascada y me dirigí allí donde mi sentido del oído me dijo que debía ir.

por **Lucifer Verðandi** Miér Sep 28, 2011 6:56 pm

Había estado todo día corriendo bajo una capa como imbécil por todos lados. Quería tranquilizarse, pero simplemente no podía, y eso lo alteraba aún más.
Lucifer alzó el rostro y olisqueó el aire. Pronto anochecería, y debía de encontrar un lugar donde dormir... Aunque sabía que no tenía muchas probabilidades de descansar. No había nada más estresante, se dijo el vampiro, que estar debilitado, y al mismo tiempo alterado. Dirigió un gruñido de amenaza al Este, como si de alguna forma pudiese amenazar al Sol naciente para que se quedara oculto y no volviese a salir nunca más, y empezó a correr –puede que casi incluso volar –hacia la dirección contraria de donde Astro Rey se ocultaba. Recorrió el bosque en poco menos de una hora y saltó para vadear un río, puesto que al otro lado se encontraba una vieja cabaña a orillas del mismo. Soltó un ronroneo de placer al sentir la tierra estremecerse bajo sus pies cuando aterrizó, como si ésta temblase de algún tipo de sensación, parecida al miedo. Con aire altivo se enderezó, abandonando su gatuno aterrizaje y se movió a paso humano en dirección a la cabaña de madera.

Al llegar a la puerta, soltó una risotada. Las ventanas habían sido pintadas de negro, para evitar la luz. Supuso que algún vampiro la había construido con anterioridad, y se obligó a memorizar aquel lugar del bosque, por si algo semejante le volvía a pasar en una ocasión. Al abrir la puerta, sin embargo, el viento cambió de dirección, y un aroma sencillamente delicioso llegó a su agudo sentido del olfato. Fue como si le hubiesen dado una bofetada y él fuese algo así como masoquista. Lucifer sonrió y se relamió los labios, olvidándose totalmente de su siesta nocturna. Justo lo que necesitaba, cuando lo necesitaba. ¿Qué pasaría si en aquel momento pedía a una bella y rubia joven virgen? Se preguntó con una risa. Rápidamente asomó la cabeza dentro de la cabaña y su sonrisa se ensanchó al ver una cama a toda regla, bastante arreglada. Dirigió la vista nuevamente hacia los árboles, y asintió, convencido: tenían la espesura necesaria, no creía que la luz que todavía quedaba traspasara las ramas. Y aún cuando lo hiciera, no pensaba quitarse la capucha recién encontrada, ya se la quitaría cuando la Luna saliese. Se la caló en un acto automático, y buscó alguna posición que le diera interés a su asunto. Finalmente, optó por descalzarse y meter los pies en el agua cristalina. Ronroneó de placer al sentir la frescura, y esperó a que su joven y rubia virgen apareciera.

por **Alessandro Bellomo** Dom Oct 02, 2011 11:08 am

Caminé por la vereda a los pies de la montaña siguiendo mi sentido auditivo, por el sonido no debía estar demasiado lejos. Una vez estuve cerca del agua me arrodillé a orillas de ésta; contemple mi reflejo que comenzaba a opacarse, introduje mis manos en el agua y las junté haciendo de cuenca para tomar un poco y limpiarme la cara. Volví a tomar agua entre mis manos y me enjugué el corte que tenía en la esquina superior derecha de la frente, en aquel momento, -ajeno a todo lo que me rodeaba- me despojé de mis atavíos quedando únicamente en ropa interior. Nunca antes había tenido la oportunidad de bañarme al aire libre y mucho menos sin un paje o mi propia esposa para que hiciera todo por mí, me encantaba la idea de bañarme en una fuente tan pura como aquella. Doblé mi ropa y la dejé cerca de la orilla mientras caminaba hacia el interior del agua y me adentraba hacia la cascada. De repente me sentí asechado pero seguramente serían cosas mía, paranoias secuelas de mis problemas tempranos y aún así no pude evitar andar con cautela y sin hacer movimientos bruscos o sospechosos.

Llegué a la cascada y me posé bajo ella recibiendo el agua fría que correría por mi cuerpo, recién comenzaba a sentir el frío del crepúsculo y mis tetillas se encogían por inercia cada vez que el viento gélido me daba de plano en el pecho. No fue hasta entonces que escuché un sonido y al voltear divisé -por primera vez- a un joven envuelto en una capa negra, supuse que sería un vampiro pues ningún licántropo o humano estaría a plena luz del día absorbiendo calor con una prenda negra. Aquel ser se veía pálido bajo la capa y eso fue lo que confirmó mis sospechas iniciales, tenía una presencia intimidante y algo en mi sexto sentido me dijo que aprovechara mi belleza e inteligencia para no ser drenado al 100%. Un simple mortal como yo no podía evitar que un vampiro hambriento se alimentara de mi pero si podía convencerle de que no me quitara la vida. Me quedé a la espera de alguna reacción por su parte al mismo tiempo que sentía el agua de la cascada caer sobre mis hombros y derramarse por mi espalda. La presencia que emitía el hematófago era simplemente intimidante pero ¿habría sido el olor de mi sangre lo que le condujo a este lugar?

por **Lucifer Verðandi** Dom Oct 09, 2011 8:25 pm

Sin alzar la vista y con una sonrisa de suficiencia plantada en el rostro, escuchó como el joven bebía agua. No, no era ninguna rubia y joven virgen… Aunque bueno, eso de lo de virgen, no lo sabía bien todavía. Pero sí era un rubio, joven y delicioso muchacho que prácticamente se le ponía en bandeja de plata y con manzana en la boca. Lucifer ronroneó de placer al oír las ropas caer. Por unos instantes, se concentró en las emociones del chico. Era simple y puro encanto. Vaya, no se esperaba aquello. ¿Acaso no le molestaba el agua fría o el hecho de estar semi-desnudo al aire libre? Inhaló lentamente y saboreó el “buqué” que destilaba el joven. Sí, delicioso. No había otra manera de describirlo. Pero primero, se recordó, había que divertirse. A Lucifer, creo que es bastante obvio, nunca se le había enseñado a “no jugar con la comida”. Un cambio de emociones lo distrajo. Ahora se sentía observado, y eso no hizo más que aumentar la emoción del vampiro. Cerró los ojos y se obligó a concentrarse. Era comida, nada más…

Se estremeció al sentir el frío del chico y su sonrisa se ensanchó. Cuando ya lo había visto, Lucifer alzó la cabeza y le sonrió, quitándose la capucha; el sol ya se había ocultado lo suficiente. Era la “Hora Gris”, sin lugar a dudas su favorita. Buscó con la vista el origen de la intensidad del olor a sangre del chico y se fijó en una herida de la frente. Pequeña y nada severa, pero de la que salía un olor sencillamente delicioso y embaucador. No era fácil resistirse a ese tipo de cosas. Recordó que se había alimentado anoche, por lo que no tendría que matarlo… Se divertiría un rato, por supuesto. Luego… Bueno, luego no sabía que pasaría. Lo único que le importaba en aquellos instantes era aquel delicioso aroma y el hermoso muchacho que lo destilaba, mismo que estaba semi-desnudo en medio del río… Lucifer soltó una risotada y se levantó, quitándose la capa. Ladeó la cabeza, todavía divertido. No, sin duda, no lo asesinaría hoy.

–Buenas tardes. –Ronroneó en su típico y cortés acento, cargado al mismo tiempo de arrogancia. Entornó los ojos y estudió el cuerpo del muchacho, distorsionado por el agua. Era hermoso, simplemente… Hermoso. Y Lucifer era un snob, sin lugar a dudas. Se mordió el labio, conteniéndose. – ¿Está usted bien? Parece tener cierta herida en la cabeza…

por **Alessandro Bellomo** Lun Oct 17, 2011 7:32 pm

¿Tan potente era el olfato de los vampiros? Me pregunte mientras dejaba mi mirada pasearse curiosa por el cuerpo del otro muchacho. Lindos ojos, me dije confidencialmente para luego pasar a detallar las hebras de su cabello que resplandecían ante los míseros vestigios del crepúsculo. Aquel ser de belleza arcaica casi podía ser comparado con uno de los dioses mas apuestos de la mitología griega, Eros. Éste, a pesar de su infinita belleza, no era el más vanidoso de todos pues Narciso le ganaba en aquel aspecto y sin embargo, Eros consiguió el amor de la mujer por la que se desvivía. El vampiro, en tan sólo una cuarta parte de su belleza, era demasiado atractivo para ignorarlo pero muy peligroso para empeñarse en él. Sonreí de medio lado, dejando mostrar mi interés por él en aquel sencillo gesto, sutil pero muy directo.
-De la misma forma que debe usted tener cierto olfato- respondí con cortesía pero dando a entender que si sus intenciones para conmigo no eran “buenas” no me quedaría de brazos cruzados-. Con respecto a mi estado de salud, me encuentro perfectamente bien así como estoy.

Por alguna razón comencé a sentirme presa de mis temores, no precisamente del vampiro, más bien de mis recuerdos. Me aproximé a la orilla hasta donde estaban mis pertenencias, en cierto modo me sentía vulnerable en el agua al ser esta un método de lo más normal para morir. Una ser vivo a menos que fuera un vampiro no podía morir quemado de la nada pero me parecía que incluso ellos podían morir ahogados. O tal vez. Sea como fuere, lo cierto es que yo no sabía demasiado de la naturaleza no humana por lo que no estaba en posición de decir nada. Una vez fuera del agua me sacudí el cabello, lo exprimí para que no mojara mucho la ropa y use la misma camisa para secarme el cuerpo, no deseaba un resfriado.
-Si desea alimentarse de mí sea gentil por favor y no me mate. Tengo una esposa y, próximamente, hijos- típico decir aquello pero en esta ocasión era en serio, de hecho mi discusión con Isabella se había originado por culpa de esto.
El problema era, que yo no había tocado un solo cabello de mi mujer y aunque me era indiferente su infidelidad, tampoco sentía el deseo de criar un muchacho ajeno. Suspiré intentando cortar allí el hilo de mis pensamientos y me aventuré a colocarme el pantalón aunque sonrojado por la vista ajena. ¡Bellomo! Se hombre.

por **Lucifer Verðandi** Miér Oct 26, 2011 8:46 pm

Lucifer ladeó la cabeza, encantado con el joven. Sí, tenía cierta gracia. En realidad, meditó, todos los humanos siempre le habían resultado atractivos de alguna u otra manera, y si consideramos el hecho de su adicción a la sangre y el sexo… Bueno, tampoco adicto… El término “empedernido” se le aplicaría mejor. Ahora, el hecho de que fuese tan atrevido como para contestarle le encantaba aún más. ¡Descarado…! Así como estaba, ¿eh? Bueno, cuando Lucifer acabase con él, estaría incluso mejor. Decididamente, aquel muchacho no sería sólo comida…

Temeroso, el humano se acercó a la orilla del río, y Lucifer decidió no impedírselo. Si había algo que le gustaba era sentir el temor ajeno, y gracias a su habilidad, no tenía impedimento. Sabía cuando lo provocaba. Y también, claro está, sabía que todo sería más divertido si esperaba. Todo lo bueno llegaba a los que esperan… recordó. En realidad, nunca había estado muy de acuerdo con ese dicho. Lucifer solía ser un atrabancado, incluyendo cuando se trataba de relaciones. Y nunca, en todos sus siglos, había estado en una relación seria, ni había sentido interés por una. Mejor disfrutar a muchos que encadenarse sólo a uno… O una.

Al momento en el que el muchacho salió del agua, Lucifer recorrió su cuerpo con la mirada más cargada de lujuria posible. Sí, lo excitaba hasta cierto punto. Sabía que todo eso podía ser suyo de la manera más fácil posible, y que no tendría ningún inconveniente en obtenerlo. Y obviamente, aquel joven noble no era ningún niño ya. Con un suspiro cargado del mismo sentimiento, combinado con cierto pesar, el vampiro apartó la mirada del joven y la centró en los ojos azules del rubio. Sonrió, pero su sonrisa no tenía el toque lascivo de su mirada, si no que era más bien coqueta, seductora…

El alma se le fue a los pies al escucharlo mientras que se secaba. ¡Suplicaba…! ¡Por su vida! Es tuvo a punto, sólo a un paso, de soltar otro suspiro. Pero sabía que tenía que guardar la compostura, y actuar como si no fuera más que comida. No podía… No podía permitirle a aquel humano ver cuánto lo había… Fascinado. Sí, esa era la palabra.
–No lo sé… –Meditó durante unos minutos y luego se olvidó de su súplica. No estaba verdaderamente sediento, en realidad. Volvió a recorrerlo con la mirada, y sonrió cuando vio que el muchacho se sonrojaba. Y cómo lo hacía… Sin lugar a dudas, éste chico podría tener esposa, pero no… no, definitivamente no podía ser heterosexual. Lucifer se mordió el labio y fijó la vista en los ojos del joven rubio, aplicando con toda la “fuerza” posible su habilidad.
–Y si yo fuera usted… Yo dejaría de vestirme, ¿no cree? Joven… –Dejó su frase sin terminar, puesto que ignoraba el nombre del humano. Sería algo elegante, se dijo. Refinado, y hermoso, tal como su dueño… Caray, Lucifer, deja de soñar despierto…

por **Alessandro Bellomo** Dom Oct 30, 2011 11:25 am

Mi padre era quizás uno de los seres que más cuidaban por mi salud pero antes -y al igual que todos los duques-, era un déspota caradura sin embargo después de ver las consecuencias de sus actos reflejadas en mi captura dejóse de injusticias y vandalismos, comenzando así una nueva era para NeoTrento. Desde entonces las cosas son pacíficas en ese lado de la hermosa Italia aunque los problemas con otras provincias han estado afectando bastante mi hogar, una de ellas, los jóvenes bohemios emigrantes. Así era, hermosos jóvenes que iban a tocar serenatas a y bellas melodías a señoritas dispuestas a escucharles –mi esposa entre ellas-. Era un tema que no dejaba de dar vueltas en mi cabeza, no tenía nada que reprochar pero no podía creer que mi esposa, tan sumisa como aparenta, fuera capaz de adulterio. Y más curiosidad era aquella que yo sentía por saber de quién se trataba aquel que había deleitado sus ojos… Tal como ahora éste vampiro deleitaba los míos.

Con respecto al vampiro, parecía verme como si fuera yo un bocadillo pero no vi en su mirada la intención de alimentarse de mí y dejarme tirado en medio del bosque. Enarqué una ceja inquisitiva y mordí mi labio inferior mientras le miraba como si se tratase de alguna clase de extraña criatura que jamás hubiese visto. A diferencia de la realidad, pues lo cierto era que muy por encima de la unidad de guardias que ya había sido enviados a NeoVerona con anticipación, estaba la unidad especial. Aquellos que eran enviados en ocasiones especiales, un gran ejército de vampiros y licántropos que habían decidido rendir lealtad al duque de NeoTrento –quien por mi causa había cambiado-. Justo cuando comenzaba mi proceso de envestidura aquella criatura atrevióse a dirigirme la palabra para demandar que dejara de hacerlo. Le miré con cierta incredulidad pero algo en el era lo suficiente hipnótico para distraerme de mi tarea.

-¿Y es que acaso usted va a cuidarme cuando pesque un refriado? O acaso sugiere que … ¿Me va a dar usted su calor corporal para no enfermar?
Desde luego mis comentarios al azar nada tenían que ver con lo que en realidad yo estaba sintiendo en ese momento por el vampiro. Sabía que él usaba su influencia y que aquel aspecto era nada más que una carnada para rubios vírgenes como yo –que a pesar de tener roces con ciertos hombres siempre había algo que nos detenía de nuestra labor antes de poder llegar a ese punto-. Dejando de lado la ropa me arriesgue a acercarme a aquel ser, con intenciones de ver en sus ojos e intentar debelar la verdad de su comportamiento.